Un desgarrador documental de Lia Tarachansky, Al borde de la carretera, revela la gran mentira en el corazón del mito de la creación de Israel.
Tarachansky tuvo que romper muchas barreras, tanto personales como sociales, para producir este documental sobre la Nakba, “la catástrofe de 1948”, cuando aproximadamente 750.000 palestinos (un número que ha aumentado hasta el millón y medio de refugiados que viven en campamentos durante los últimos 67 años) fueron expulsados de sus hogares y forzados a vivir en campos de refugiados, donde se les niega los derechos humanos más básicos.
El reto más difícil que Tarachansky tuvo que superar fue el de sus propias creencias, profundamente arraigadas. Tarachansky nació en Kiev en 1984, y como ella describió en una entrevista, “Era una época de cambio, una realidad incierta. A la edad en la que estaba aprendiendo a leer, mis padres se separaron, se produjo la crisis nuclear de Chernobyl y el colapso de la Unión Soviética. Yo era muy joven por entonces para comprender lo que estaba pasando, cuando fuimos evacuados de la ciudad y nos vimos envueltos en una difícil situación económica”.
Su madre, sionista, cogió a Lia y su hermana y se fueron a Israel, donde, según su madre les había dicho, “los monos comen plátanos sentados en las palmeras y todo el mundo es judío”.
Este fue uno de los primeros mitos en esfumarse. Su madre, Ingeniero informático, encontró trabajo para cambiar pañales en una residencia de ancianos, y Lia pasó de “ser la única judía en la guardería de la Unión Soviética, a la única rusa de la Escuela Primaria de Israel”.
“Pasamos de la fachada de la supuesta igualdad entre todos los compañeros, a la facha de la supuesta igualdad entre todos los judíos”. Pero pronto descubrió que “Israel está formado por una sociedad con muchos estratos, incluso entre los judíos, en relación al acceso a la justicia y los derechos”.
A medida que fue creciendo en el asentamiento de Ariel, en la Cisjordania ocupada, Tarachansky empezó a oír rumores de que en esa tierra no solamente vivían judíos. Por extraño que esto pueda parecer, los colonos no tenían ningún contacto con los palestinos de alrededor. Los habitantes árabes de Israel estaban marcados como terroristas, que tenían la intención de matar a los colonos judíos, y que por lo tanto había que evitar a toda costa.
Por desgracia, estos estereotipos resuenan como verdades indiscutibles en Estados Unidos, que respalda oficialmente la guerra de desgaste de Israel contra el pueblo palestino. Recientemente se aprobó una ley en Illinois que considera ilegales las inversiones en fondos de pensiones en organizaciones que apoyen al movimiento Boicot, Sanciones y Desinversiones (BDS).
Del mismo modo que ocurre en Estados Unidos, por motivos raciales, culturales, por prejuicios religiosos, se dictan normas sociales injustas en Israel, que determinar las políticas represivas de su Gobierno. El resultado: los judíos celebran y legalizan su superioridad étnica y creer tener derecho moral para discriminar a los palestinos.
Dándose de bruces con la realidad:
Cuando Lia Tarachansky era una colono sionista, se identificaba con los judíos israelíes. En lugar de condenar su comportamiento, observaba y trataba de entender su transformación personal, y la de otros israelíes que trataban de desentrañar las premisas dadas por sentado, que sin embargo eran falsas. El documental de Tarachansky refleja la lucha de esas personas que tratan de hacer frente, de manera honesta, a la Nakba. Esta capacidad de pensamiento crítico y reflexión es lo que permite a Tarachansky mostrar de manera convincente cómo y por qué los sionistas se han encerrado en su propia prisión, forjada por ellos mismos.
Como ella explica, el documental está rodado desde el punto de vista del retorno, un retorno a la cordura.
El documental empieza un tranquilo 15 de mayo, Día de la Independencia, con sus fuegos artificiales sobre el cielo nocturno y con Eitan Bronstein de Zochrot ( una ONG dedicada al descubrimiento de la verdad y la sensibilización sobre la Nakba) colocando carteles y repartiendo propaganda, en la que aparece un árabe con una llave intentado abrir la puerta de su antigua casa.
Y como contrapunto, en lo que algunos ven una amenaza mortal, una mujer israelí proclama con orgullo: “Soy racista”. Y esta mujer le dice a Bronstein: “Es una lástima que todavía gente como usted siga con vida”.
Lo que hace Bronstein no está muy bien visto en Israel. Es una lucha contra una opinión pública muy extendida, y contra un Gobierno que promulga leyes para tratar de ocultar la verdadera historia de la Nakba, y los intentos de lavar la cara ante los pecados de Israel. Una propuesta de ley que quiere convertir en ilegal estar de luto el Día de la Independencia. De modo que lo que hace Bronstein es considerado un crimen. Es una ley antidemocrática, racista, discriminatoria, pero se ha levantado alguna voz en contra: Dov Yermiyah, miembro de la Knéset (Parlamento de Israel) mostró su oposición a la aprobación de esta ley, que finalmente fue aprobada por 37 votos contra 25. La mayoría de los 48 miembros de la oposición no votaron en contra, sino que simplemente se abstuvieron.
Ir en contra de una sociedad no es fácil, incluso contra una sociedad que toma medidas inmorales. Pero siempre hay alguien que resiste: en el documental de Tarachansky aparece también Tikva Honig-Parnass. Criado en el seno de una comunidad judía de Palestina, Honig-Parnass luchó en la guerra de 1948 y más tarde ocupó el cargo de Secretaria del Partido Unificado de los Trabajadores en la Knéset (1951-54). Desde entonces, ha desempeñado un activo papel en los movimientos en contra de la segunda fase de la ocupación, que comenzó en 1967, así como en la defensa de los derechos nacionales de los palestinos.
En el documental de Tarachansky, Honig-Parnass visita el pueblo en el que participó en su destrucción. Ahora se encuentra en esa lucha personal para superar la negación. Tikva explica por qué ella y sus compañeros se creyeron las mentiras que les contaban sus líderes en 1948. El alcalde del asentamiento de Kedumin, Shosgana Shilo, dice en el documental : “Una tierra vacía. Sólo árabes y malaria”.
Dicen algunos que la causa era justa, pero los judíos eran una minoría en Palestina en 1948. La mayoría comenzó a llegar en 1948 tras las purgas. Por otro lado, los angloamericanos repartieron Palestina sin consultar previamente con la mayoría de los palestinos, y los que fueron consultados rechazaron el plan. Aunque no se puso en práctica el plan de la ONU, como explica Gary Leech: “La población judía de Palestina anunció unilateralmente la creación del Estado de Israel el 14 de mayo de 1948”
“A finales de 1949, Israel ya había destruido más de 400 pueblos palestinos, matado a miles de civiles y otros muchos habían sido desplazados, que acabaron en campos de refugiados en los países árabes vecinos. En otras palabras, el pueblo judío, que acababa de sufrir los horrores del Holocausto, estaba llevando a cabo, según Pappe, la limpieza étnica del pueblo palestino”, dice Leech.
“No nos importaba dónde se iban. Váyanse a Gaza, les decíamos mientras les expulsábamos”, dice un veterano que luchó en el Palmaj. En referencia a la masacre de Burayr, un pueblo situado al sur del país, dice: “En aquel pueblo matamos a 70 personas”.
Haciendo frente a los hechos:
Lia Tarachansky comenzó su investigación sobre la Nakba después de que madre se volviese a casar y la familia se trasladase a Ottawa, Canadá, cuando Lia tenía 16 años. En Canadá, a una gran distancia de los asentamientos y la sociedad cerrada de Israel, comenzó su completa transformación personal. Conoció allí a estudiantes judíos antisionistas, leyó muchos libros, incluyendo el de Ilan Pappe sobre la limpieza étnica de Palestina, y como dijo Sarah Levy en una entrevista, “se encontró por primera vez con un palestino” (2).
“Una de las cosas que más que conmovieron fue cuando tuve por primera vez una conversación con un palestino. Eso fue en la Universidad de Canadá. Estaba de pie en algún lugar de la Facultad, y se me acercó pidiéndome mi dirección. Empezamos a hablar y me dijo que yo tenía un acusado acento. Me preguntó de dónde era, y le dije que de Israel. Él, amablemente, me contestó que era palestino”.“Así que me pidió mi dirección y luego se fue. Y a medida que se alejaba me di cuenta de que había sujetado mi bolso con algo más de fuerza, que todo mi cuerpo estaba en tensión, y que tardé un par de minutos en calmarme, después de haberme sentido aterrorizada como nunca en mi vida. Pero después de ese breve encuentro me di cuenta de que aún sabiendo que yo era israelí, y de que él me dijera que era palestino, no trató de matarme. Fue algo revolucionario para mí, porque durante toda mi vida me habían dicho que los palestinos eran gente descerebrada, sin emociones, primitiva, antisemitas que sólo pretendían matar judíos. Y ahí estaba ese amable chico, sensato, que, sin embargo, era palestino.
“Sé que esto suena mal, pero para mí era algo que no encajaba en todo lo que había conocido hasta entonces. Así comenzó un violento proceso de lucha contra todos los mitos que yo pensaba eran ciertos sobre el conflicto”.
Mientras estudiaba en la Universidad de Guelph, Tarachansky leyó el libro de Stanley Cohen “Estados de negación: ensayo sobre atrocidades y sufrimiento”. A medida que se fue concienciando, cambió su trayectoria profesional, y de la Medicina pasó a ejercer el Periodismo, y finalmente consiguió un empleo en The Real News Network. Trabajó como corresponsal en Israel y Palestina, y allí, como parte de su trabajo, se dedicó a la investigación. Consultó archivos, mapas, se interesó por la ubicación de pueblos que habían sido abandonados y destruidos durante la Nakba. Habló con veteranos de las expulsiones de 1948, uno de los cuales, Amnón Noiman, se entrevistó durante un período de 4 años para la realización del documental.
Noiman es el protagonista del documental. Es un octogenario con buen humor, que todavía se pregunta si su matrimonio con una duración ya de 56 años, puede continuar. Es inteligente y ameno, pero atormentado. Se enfrenta a aquellos sucesos, y junto a Tarachansky visita los lugares donde él y la Palmaj ( fuerzas de choque de la Haganá) mataron a miles de personas y otras muchas fueron expulsadas, quemando luego sus tierras.
“ Es algo que no puedo olvidar. Salieron corriendo y les disparamos… Tenía 19 años. Era un inconsciente. Por eso estoy tan atormentado, y porque siempre habrá jóvenes de 19 años…”.
Cuando los árabes volvieron para podar sus vides con sus familias, tierras que venían cultivando desde hace siglos, las milicias sionistas les emboscaron y dispararon contra ellos.
“La mayoría de aquellas gentes fueron abandonadas a su suerte, porque después de aquellas masacres y de disparar a unas cuantas personas en la cabeza… no es necesario insistir para que la gente huya”, dice Eitan Bronstein.
“El principal proyecto desde el año 1948 es el de cerrar la puerta y evitar su regreso. La Nakba tiene como objetivo central el impedir el regreso. Y desde entonces hemos impedido y negado el derecho al retorno”.
“Sin comprender lo que pasó en 1948, simplemente no se puede entender el lugar donde uno vive, y nosotros los israelíes no tenemos ni idea del conflicto en el que vivimos”.
Los palestinos fueron expulsados de sus tierras, en las que habían vivido durante miles de años, y en las que los judíos se asentaron. Mientras que el documental no trata tanto de los palestinos como del autoengaño en el que incurren y pervierte la conciencia colectiva de los israelíes, sí incluye la visión de Khalil Abu Hamdeh, cuyos abuelos fueron expulsados en 1948. Aquellas familias están viviendo desde entonces en Cisjordania, bajo el yugo de la ocupación israelí.
Hamdeh pudo participar en el documental de Tarachansky después de que éste consiguiese permiso para abandonar el campo de refugiados de Asqar donde vive, cerca de la ciudad norteña de Nablus, en Cisjordania. El campamento se parece a un zona bombardeada de Belfast, con niños escuálidos jugando entre los escombros, Juntos visitan Qaqun, el pueblo de donde huyeron sus abuelos. Qaqum es ahora Parque Nacional. El pueblo de su abuelo, cerca de Jaffa, fue arrasado.
“¿Cómo es posible que tres años después del Holocausto del pueblo judío, éste mate, robe, y cometa otras atrocidades?”, pregunta Tarachansky a uno de los veteranos.
Hohig-Parnass responde: “Es un error pensar que una experiencia personal, como la pérdida de la familia en el Holocausto, sirva para tener una visión más humanitaria del mundo. Todo lo contrario, no es la experiencia personal lo que nos mueve, sino la ideología que utilizamos para interpretarla”.
El documental recorre el período de tiempo de un año, y termina con Eitan Bronstein en su protesta del Día de la Independencia de Israel. La Policía vigila detenidamente, ya que está dispuesta a distribuir folletos con los nombres de las aldeas destruidas durante la Nakba. Los policías dicen que se trata de materiales que alteran la paz.
Un soldado que observa el alboroto que se está formando se acerca y dirigiéndose a la cámara dice: “Tiene usted suerte de que la Policía esté aquí, pues de tener la oportunidad nos gustaría darle un tiro”.
Los policías sonríen.
Lia Tarachansky, que fue colona en la Cisjordania ocupada, observa la amnesia colectiva de los israelíes sobre los sucesos de 1948, año en el que surge el Estado de Israel y la mayor parte de los palestinos se convirtieron en refugiados.
Sigue el proceso de transformación de los veteranos, de aquellos que intentan evitar que se niegue la realidad de una guerra que cambió aquella región para siempre.
Tarachansky vuelve con su cámara al mismo lugar donde ya vive una nueva generación, todavía entre muros y aislada de su alrededor.
ntentando aportar luz sobre uno de los mayores tabúes de la sociedad israelí, la reciben con desaire y violencia.
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